El turbo, este componente tan habitual en los motores diésel modernos es más delicado de lo que piensas.
Según a quién preguntes, podría decirte que el turbo es uno de los avances en automoción más revolucionario de las últimas décadas. No es para menos: hoy prácticamente todos los vehículos diésel modernos cuentan con él y cada vez se emplea más en otras motorizaciones. Este invento ha multiplicado la potencia de los propulsores y, por tanto, ha supuesto un enorme avance en los vehículos que conducimos.
Esto se debe a que la potencia que genera un motor depende, básicamente, de la cantidad de aire que puede reaccionar con el combustible. Esto significa que, cuanta más masa de aire podamos introducir dentro del motor, mayor cantidad de combustible podremos quemar. Por lo tanto, el motor nos proporcionará una mayor potencia.
Dos maneras de introducir aire en el motor
¿Cómo lograr que entre en el motor una mayor cantidad -o masa- de aire para obtener más potencia? Pues resulta que, básicamente, existen dos opciones: aumentar la cilindrada o recurrir a la sobrealimentación.
El primer caso supone aumentar el tamaño de los cilindros para que quepa una mayor cantidad de aire. El segundo, también conocido como turboalimentación, requiere comprimir el aire que entra en los cilindros para que puedan llenarse con una mayor cantidad del mismo.
Para llevar a cabo esa sobrealimentación se pueden utilizar distintos dispositivos, entre los que se encuentra el turbocompresor, comúnmente conocido como turbo a secas.
Qué es el turbo y para qué sirve
Concretamente, el turbo es un pequeño dispositivo que consta de dos turbinas que van unidas de manera solidaria por un mismo eje. Una de esas turbinas está en contacto con los gases de escape que, al salir del motor, provocan que el eje gire rápidamente. La otra, denominada compresor, está situada en el conducto de entrada del aire al motor y, al estar unida al eje, gira de la misma forma para comprimir el aire de admisión. Esto significa que podemos introducir más cantidad de aire en los cilindros del motor.
Las mecánicas diésel, por su tipo de ciclo de funcionamiento, trabajan siempre con un exceso de aire. Esa es la razón por la que la mayoría utiliza esta tecnología desde hace ya tiempo y también por la que te sonarán mucho siglas como TDI, TdCI, CDI, etc.
Lo que pasa es que esta tecnología no es territorio exclusivo del diésel: hoy, los motores de gasolina y de gas también emplean turbos con el objetivo de desarrollar motores de menor cilindrada, pero altas potencias específicas y menores consumo y emisiones. Es lo que se conoce como “downsizing”.
Por qué el turbo es más delicado de lo que parece
Tal vez al oír hablar de turbinas y ejes te imagines un artilugio robusto y sólido. No es que el turbo no lo sea, lo que pasa es que tiene unas condiciones de trabajo muy exigentes que hacen que un buen mantenimiento sea imprescindible para que funcione bien.
Ten en cuenta que un turbo a pleno rendimiento puede llegar a girar a más de 200.000 rpm. Además, son los gases de escape del motor los que lo mueven y su temperatura puede superar los 1.000 ºC. Esto convierte al turbo en un componente sensible y delicado que puede averiarse fácilmente si no recibe los cuidados adecuados.
Si se avería, puede presentar problemas muy distintos: desde el desgaste del eje a las fugas de presión, estos fallos se pueden evitar fácilmente con solo tomar ciertas precauciones. Entre ellas, dotar a este elemento de una lubricación adecuada, un factor que será clave para su correcta conservación.
De los problemas que puede presentar el turbo y las precauciones que puedes tomar para evitarlos te hablaremos en un post próximo. Y sí, elegir un lubricante de motor de calidad adecuada a tu vehículo es, definitivamente, una de ellas.
1 comentario en “Turbo: para qué sirve y claves para lubricarlo (I)”
Toda la información recibida es buena , para darme cuenta de las obligaciones que tengo antes de ponerme al volante y realizar un desplazamiento.