Reducir el impacto ambiental de un vehículo pasa por limitar su consumo. El aceite tiene mucho que ver con esto.
No hay duda: tenemos grandes retos medioambientales por delante en los que todos debemos arrimar el hombro. El efecto invernadero que está detrás del calentamiento global es uno de ellos. Para afrontarlo, es esencial reducir las emisiones de gases como el dióxido de carbono (CO2).
Esta es una de las principales razones por las que los fabricantes de automóviles tratan de reducir al mínimo el consumo de combustible de sus vehículos. Una tarea en la que los aceites de motor pueden ayudar.
Efectivamente, las emisiones contaminantes que genera un vehículo están ligadas directamente a su consumo. Para reducir el impacto negativo que tienen esas emisiones sobre el medioambiente y también sobre la salud, la Unión Europea ha establecido una serie de normas que las limitan.
Una de ellas es la normativa EURO que, si sigues este blog, ya te sonará a estas alturas. Sí, es esa serie de normas que se van actualizando y que fijan límites máximos cada vez más severos para las emisiones de ciertos contaminantes de los vehículos nuevos. Por ejemplo, los óxidos de nitrógeno (NOx), hidrocarburos sin quemar (HC), monóxido de carbono (CO) y partículas.
Sin embargo, la normativa EURO no es la única que trata de reducir las emisiones contaminantes de los vehículos. También existe una reglamentación específica para las emisiones de CO2 que generan los automóviles. No es para menos: este gas de efecto invernadero tiene un gran impacto sobre el calentamiento global y el cambio climático que entre todos tratamos de combatir.
¿Cómo se pueden reducir las emisiones de CO2 de los vehículos?
Al igual que sucede con las emisiones que limitan las normas EURO, básicamente solo hay una manera de limitar el CO2 que emiten los vehículos con motor de combustión interna. Lo adivinaste: hay que reducir en lo posible su consumo de combustible.
Cuanto menos carburante queme un vehículo, menos gases y partículas contaminantes emitirá por el tubo de escape. Esto incluye al CO2 que nos ocupa en este artículo.
Cómo reducir el consumo de combustible de un vehículo
Así que lo tenemos claro: hay que reducir la cantidad de combustible que consume un vehículo si queremos que emita menos CO2.
¿Y cómo se consigue esto? Por un lado, tenemos la mejora de la eficiencia de los motores, es decir, que puedan ofrecer mayores potencias específicas (CV/litro) al tiempo que reducen los consumos. Esto se alcanza gracias a nuevas tecnologías como los turbocompresores de geometría variable, mayores presiones en la inyección directa de combustible, sistemas de control variable de válvulas o motores de mezcla pobre.
Por otro lado, tenemos la introducción de motores eléctricos en los vehículos. Cualquier paso adelante en su hibridación ayudará a que los automóviles emitan menos contaminantes sin perder prestaciones —o incluso mejorándolas—.
Los nuevos motores necesitan nuevos lubricantes
A estas alturas te preguntarás qué tiene que ver todo esto con los aceites de motor que mencionábamos al principio. Pues resulta que mucho: los lubricantes tienen que adaptarse a los nuevos motores para ayudarles a funcionar con la máxima eficiencia.
De hecho, los motores de combustión de los vehículos actuales y la introducción de los vehículos híbridos han llevado a desarrollar nuevos lubricantes. Estos productos tienen una doble misión: ayudar a reducir el consumo de combustible y proteger adecuadamente tanto el motor de combustión como los sistemas de postratamiento de gases que equipa la gran mayoría de los vehículos actuales.
Este es el motivo principal por el que cada vez se utilizan aceites totalmente sintéticos de baja viscosidad. Por eso cada vez ves más envases con SAE 0W-30, 0W-20 e incluso 0W-16 en algunos vehículos.
¿Cómo son estos lubricantes? Entre otras características, ofrecen menores pérdidas por fricción en los distintos componentes del motor. Esto redunda en un menor consumo de combustible, al tiempo que aseguran el rendimiento óptimo del motor, su correcta lubricación y protección a lo largo del tiempo.
Nuevos retos para un aceite de motor
Tampoco podemos perder de vista las diferencias de funcionamiento entre un vehículo convencional y un vehículo híbrido. La manera en que trabaja el motor de combustión interna en uno y otro es muy distinto, y eso afecta al lubricante.
Entre las diferencias principales se encuentran los arranques y paradas constantes que experimenta un motor de combustión que va montado en un vehículo híbrido. Además, el rango de temperaturas de funcionamiento del vehículo en modo eléctrico es distinto. Por eso, la lubricación de este tipo de motores es aún más especial y exigente que la de los que van montados en vehículos convencionales. Así que los lubricantes que emplean también lo son.
Por otro lado, los nuevos lubricantes deben ser totalmente compatibles con los sistemas de postratamiento de gases presentes en los vehículos actuales. De hecho, deben asegurar su funcionamiento sin problemas a lo largo de mucho tiempo.
Un último detalle: los fabricantes de automóviles tienden a instalar cárteres con menores volúmenes de lubricante para sus motores de combustión. Al mismo tiempo, demandan que los intervalos de cambio de aceite sean cada vez más largos.
Si sumamos todo esto, es fácil hacerse una idea del enorme desafío que deben afrontar los fabricantes de aceites de motor a la hora de desarrollar sus productos. Un reto que no parece que vaya a reducirse en el futuro precisamente.
También resulta sencillo comprender por qué cada vez es más importante elegir un lubricante de motor que cumpla con todas las recomendaciones del fabricante del vehículo. Hay que optar siempre por un aceite adecuado y de calidad contrastada. Esto nos asegurará un funcionamiento óptimo y sin sorpresas para nuestro vehículo. Y lo hará durante mucho tiempo.