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Dirección a las cuatro ruedas: para qué sirve y cómo funciona

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¿Has oído hablar de los coches que pueden girar en sus dos ejes? Te contamos cómo funcionan.

¿A que te suena la tracción a las cuatro ruedas? Seguro que la asocias con todoterrenos y caminos de tierra. Es una tecnología muy popular y conocida. La que tal vez no te suene tanto sea la dirección a las cuatro ruedas que equipan algunos vehículos.

Si es la primera vez que oyes hablar de dirección a las cuatro ruedas, puede que te imagines un vehículo dando vueltas sobre sí mismo o cualquier otra cosa extraña. Nada más lejos de la realidad: esta tecnología es muy útil. Te vamos a explicar ahora mismo en qué consiste y para qué sirve.

Qué es un sistema dirección a las cuatro ruedas

Oirás hablar de él como sistema de cuatro ruedas directrices, Four Wheel Steering o 4WS. La dirección a las cuatro ruedas permite al vehículo girar las traseras hacia la izquierda o hacia la derecha al mismo tiempo que lo hacen las delanteras.

¿Qué significa esto? En la práctica, que las ruedas traseras tengan esa capacidad de giro se traduce en radios de giro más pequeños, mayor agilidad en curvas y una mayor estabilidad a alta velocidad.

De dónde vienen los vehículos 4WS: un poco de historia

Los primeros diseños de vehículos solo consideraban que fueran las ruedas delanteras las encargadas de variar la dirección de vehículo. De hecho, esto es lo que ocurre en la mayor parte de los modelos que se comercializan aún hoy en día. Sin embargo, los ingenieros no tardaron en empezar a dar vueltas a la posibilidad de que las ruedas traseras ayudaran también a girar al automóvil.

Los primeros vehículos dotados de sistemas de dirección a las cuatro ruedas los encontramos en la década de los años 30 del siglo pasado. Se trataba de vehículos militares alemanes desarrollados por BMW y Mercedes-Benz antes de la II Guerra Mundial.

¿Y los coches con dirección a las cuatro ruedas? ¿Cuándo aparecieron? En este caso fue necesario esperar a los años 80, concretamente a 1985, que fue cuando apareció el Nissan Skyline, el primer coche de fabricación en serie con sistema 4WS o de “dirección activa” en el eje posterior. Un par de año más tarde, en 1987, el Honda Prelude popularizó la tecnología con su presencia en mercados de todo el mundo.

Al principio, los sistemas 4WS eran mecánicamente complejos, pesados y costosos. Esto era así porque unían físicamente el eje delantero con el trasero mediante un conjunto de engranajes. El Mazda 626 o el MX6 (1988) también los utilizaron durante un tiempo.

Algunos coches deportivos japoneses de alta gama experimentaron después con ejes posteriores directrices accionados por sistemas eléctricos. Este fue el caso del Nissan Skyline GT-R y el Mitsubishi 3000 GT VR4.

En Europa y Estados Unidos, sin embargo, estos sistemas de cuatro ruedas directrices no tuvieron una gran aceptación. Lo cierto es que muchos conductores no notaban gran diferencia entre conducir uno de estos automóviles y hacerlo con otros con sistemas de dirección convencionales. Como la dirección a las cuatro ruedas solía ser, además, bastante cara, los clientes potenciales se desanimaban.

No ocurría así en Japón, donde los sistemas 4WS siguieron siendo muy populares durante la década de los 90. Tanto, que incluso se montaban en coches convencionales tan populares como el Honda Accord o el Toyota Camry. Sin embargo, esa tecnología siguió disponible únicamente en Japón hasta 2002, cuando desapareció del mercado junto con el Nissan Skyline GT-R.

En 2013, Porsche rescató la dirección a las cuatro ruedas en dos de sus modelos: el 911 GT3 y el 911 Turbo. Concretamente, estos vehículos equipaban un sistema eléctrico de cuatro ruedas directrices desarrollado por ZF que sustituía el pesado sistema mecánico con engranajes por un par de pequeños actuadores.

Cómo funciona un sistema de dirección a las cuatro ruedas

Como adelantábamos al principio, el objetivo principal de un sistema de dirección a las cuatro ruedas (4WS) consiste, sobre todo, en aumentar la agilidad y la estabilidad de un vehículo, así como en mejorar su maniobrabilidad a baja velocidad. Para conseguir esto, el sistema actúa de manera distinta en función de la velocidad del vehículo.

Cuando la velocidad a la que circula el vehículo es baja, las ruedas traseras giran ligeramente en dirección opuesta a las delanteras, en lo que se conoce como “dirección en contrafase”. De esta manera, el vehículo cuenta con un radio de giro menor —en torno a un 10 %—. Esto facilita hacer maniobras en un espacio más reducido, al tiempo que se obtiene un giro más rápido y ágil. Esto es especialmente útil en coches de gran tamaño y también a la hora de estacionar un vehículo.

Cuando se circula a mayor velocidad, generalmente por encima de los 40 km/h, las ruedas traseras giran ligeramente en la misma dirección que las ruedas delanteras, en lo que se conoce como “dirección en fase”. Entonces se obtiene una mayor estabilidad, tanto en los cambios de carril como en curvas rápidas.

En un próximo post te hablaremos sobre el futuro de la dirección a las cuatro ruedas, así como de sus principales ventajas (y también de sus desventajas, que alguna tiene).

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