Los lubricantes para vehículos evolucionaron mucho en el último siglo. ¿Te gustaría saber cómo?
La evolución de la lubricación tiene una historia sorprendente detrás. ¿Recuerdas lo que te contamos en un artículo anterior? Entonces nos remontamos a los egipcios y los sumerios, que ya tenían necesidad de facilitar el movimiento de ciertas piezas. Te hablamos también de puertas de castillos que chirriaban y de industrias que no habrían sido las mismas sin un lubricante por el medio.
Sin embargo, tal vez la mayor revolución en la historia de los lubricantes se haya dado en los últimos 100 años. Al menos, en lo que se refiere a los vehículos. Es normal: en realidad, no llevamos tanto tiempo conduciendo. Sin embargo, los automóviles han evolucionado una auténtica barbaridad.
Primera mitad del siglo XX
Nos vamos a remontar a los felices años 20 del siglo pasado. Ahí ya había fabricantes de lubricantes que se empeñaban en mejorar el rendimiento de sus productos para cuidar de vehículos y maquinaria. Concretamente, procesaban los aceites base mediante un proceso de destilación al vacío.
Además, algunos de estos aceites ya empezaban a mezclarse con jabón para convertirlos en grasas que, como sabes, son también muy importantes para que las máquinas funcionen correctamente.
Así que fue en 1923 cuando una gran conocida nuestra, la Sociedad de Ingenieros de Automoción (SAE), publicó una primera clasificación de los aceites de motor en función de su viscosidad. Distinguía concretamente entre aceite ligero, medio y pesado. Estamos hablando de aceites que había que reemplazar cada 1.000 o 2.000 km y que no llevaban aditivos.
Ya en 1930 surgió el procesamiento con solventes como un método para mejorar el rendimiento de los aceites base. También por aquel entonces surgían los primeros aditivos para aceites, como los inhibidores de oxidación, los aditivos resistentes a la corrosión y los mejoradores de índice de viscosidad.
Habría que esperar a 1947 para que otro habitual de este blog, el American Petroleum Institute (API), lanzara la primera clasificación para aceites de motor en función de su tipo de servicio: regular, premium y de servicio pesado.
Segunda mitad del siglo XX
Los fabricantes de aceites para vehículos siguieron haciendo sus pruebas y, a principios de los años 50, apareció una de las grandes innovaciones en lubricación de automóviles: los aceites multigrado. Estos productos contaban con polímeros en su formulación para aumentar el índice de viscosidad del aceite y mejorar su rendimiento.
Seguro que a estas alturas te estarás preguntando dónde estaba ACEA, es decir, la Asociación de Constructores Europeos de Automóviles. Fue en 1991 cuando se constituyó, a partir de la CCMC, Comité de Constructores del Mercado Común (creado en los 70). CCMC creó las primeras normas europeas en la década de los 70.
Tanto CCMC como ACEA han desarrollado, entre otras cosas, niveles de prestaciones, especificaciones y de calidad de los lubricantes para los automóviles fabricados para el mercado europeo. La primera clasificación de lubricantes ACEA apareció en el año 1996.
En las últimas décadas del siglo XX se generaliza el uso de los aceites sintéticos, que son los que se fabrican a partir del petróleo mediante síntesis química. Se volvieron muy populares porque tienen muchas ventajas: su coeficiente de fricción es menor, mientras que su tendencia a la evaporación y su inflamabilidad son bajas. Además, proporcionan una fuerte película de aceite sobre la superficie metálica y alta estabilidad térmica.
El siglo XXI
Poco a poco, las bases sintéticas se han ganado un uso mayoritario en todas las gamas de lubricantes. Es decir: no solo los aceites de motor son sintéticos, sino también los lubricantes de cajas de cambios, transmisiones automáticas e incluso los destinados a aplicaciones industriales.
Como las normas a las que se someten los vehículos son cada vez más restrictivas en cuestiones medioambientales, los aceites de motor han evolucionado rápidamente para responder a estas exigencias. Lo han hecho sobre todo para proporcionar mayores ahorros de combustible, mayores intervalos de cambio y también para optimizar el funcionamiento de los sistemas de postratamiento de los gases de escape.
Además, la creciente conciencia medioambiental de la sociedad ha conducido al desarrollo de nuevos lubricantes biodegradables, con prestaciones similares a las de los convencionales.
¿Y qué ocurre con los vehículos híbridos y eléctricos? Pues que también ellos están suponiendo un gran paso adelante en el desarrollo de nuevos lubricantes y fluidos. En estos casos, es esencial combinar las propiedades de lubricación, refrigeración y aislamiento eléctrico.
El desarrollo de los lubricantes no se acaba aquí, como tampoco lo hacen los esfuerzos de los fabricantes para responder a las exigencias de los nuevos motores. Seguiremos escribiendo páginas de esta historia tan apasionante, que ya suma miles de años al servicio de la humanidad.